sábado, 24 de diciembre de 2011

♥ Capitulo 23 ♥

No tardaron en saludar a todos, y en que Agus te abra la puerta. Se subieron a tu auto, ya que él habia llegado en el de Bruno y manejaste vos. Habrán tardado quince minutos en llegar a tu casa y en solo cuestión de minutos entraban a los besos en el living. Lo besabas tiernamente intentando cerrar la puerta. Te despegaste de Pedro y él la cerró. Tomándote otra vez de la cintura para volver a pegarte a él-                                                                                                                      
Paula: Mm -sonreíste- que lindos besos.                                                           
Pedro: Viste, me caracterizo por eso, por dar lindos besos y más a personas como vos.


Paula: ¿como yo? -lo miraste- ¿Y que tengo yo?


Pedro: sos especial, Muy especial. Tengo sed. ¿Me das algo para tomar?


Paula: -lo miraste- Anda a buscarte, ¿sos manco?


Pedro: Me da cosita, ¿me das vos? -sonrió como un nene-


Paula: Hay dios -prendiste la luz de la cocina entrando, agarraste una jarra de agua y le servías en el vaso cuando te agarró por atrás-


Pedro: Gracias, por el agua -te corrió el pelo del cuello mientras te sostenía de la cintura-


Paula: De nada -sonreíste cuando él te daba cortos besos en el cuello- Toma dale, tanto jodiste.


Pedro: Okey, okey -rió y tomó el agua dejando que te puedas dar vuelta, pero sin dejar de arrinconarte contra la mesada de la cocina-


Paula: ¿No me vas a dejar salir? -bufaste-


Pedro: No, rezongona. Te voy a tener acá toda la vida.


Paula: -reíste- mira vos.


Pedro: ¿Que queres que mire? -dejando el vaso y volviéndote a besar el cuello-


Paula: -cerraste lentamente los ojos- Nada, quiero salir...






Pedro: ¿Tenés miedo? -te miró-


Paula: ¿Miedo de qué? ¿De vos? -reíste- No.


Pedro: ¿Entonces porque me esquivas?


Paula: porque soy mala -reíste-


Pedro: Ya sé que sos mala -bajo la mirada-


Paula: -lo besaste colgándote de su cuello- Mentira, soy vueltera.


Pedro: No, no es eso, es que no haces lo que sentís -mientras lo tenías de la mano y caminaban hacia el living-


Paula: -te diste vuelta a milímetros de su boca y del sillón- ¿no hago lo que siento?


Pedro: No, das vueltas y vueltas pero queres algo en concreto.


Paula: ¿Ah sí? -sonreíste, tanta razón tenía- ¿y qué quiero? -sentándote en el sillón-


Pedro: Si no sabes vos. -sentándose enfrente tuyo.


Paula: Si sé. Pedro: Y que queres, capas te pueda ayudar.


Y sí no te cavia duda, eras vueltera, histérica pero de algo que estabas segura era que él era tu hombre, todo tuyo. Sabías que tenían algo fuerte, muy fuerte, algo que iba más allá de estas semanas que pasaste junto a él. Algo más real. ¿Que era? No tenías idea. Pero habia de algo que estabas muy segura, y era de estar con él.


Paula: Si podes. Haceme sentir tuya Lindo, Haceme tuya. -lo miraste por primera vez a los ojos después de esa larga conversación acariciándole la cara con ternura-


Y sí otra vez, las palabras sobraron, estaban de más, no hacían falta- Lo único que querías, y necesitabas en ese momento eran sus caricias, sus mimos, sus besos, su


ternura y su dulzura que se hacía presente en cada beso y caricia que te daba ya casi recostados sobre el sillón blanco de tu living- Colocaste tus manos entre su cuerpo y el tuyo para así, más cómodamente comenzar a desabrocharle lentamente la camisa y a desacomodársela haciendo que llegué a sus hombros, mientras él subía tu camisa lentamente desabrochando algunos botones para hacer más fácil el camino hasta el punto que a él le interesaba llegar. Llegando a tus pechos, los acarició suavemente sobre el corpiño blanco de lunares que todavía seguía allí. En cuestión de minutos, él se encontraba sentado con las piernas estiradas sobre el sillón mirándote enamorado cuando vos te pusiste sobre él, para así juntos, poder desabrochar lentamente los botones de la camisa que tanto molestaba. Él no paraba de mirarte a los ojos, y vos de vez en cuando podías y dejabas de prestarle atención a los botones de la camisa, también. Cuanto te deshiciste de su prenda, que ya molestaba, él con mucha experiencia te sacó la camisa.


Eras vueltera pero ahora no. No sabías porqué pero te sentías muy segura de lo que querías, y muy segura de lo que hacías. Mientras él, ya pegado a vos te besaba lentamente el cuello, vos mirabas fijamente tus manos quiénes trabajaban con su cinturón que costaba en salir. Terminaste de sacarle el cinturón para luego seguir con los bolsillos. Tú pollera no fue difícil de sacar ya que se podía sacar por el costado pero él pantalón de él no. En cuestión de minutos tu pollera desapareció y ya parados bajaste su pantalón junto a su bóxer- todavía besándose se volvieron a sentar, vos con las rodillas a ambos costados. Se encargó de hacer desaparecer tu corpiño, con un poco de esfuerzo al desabrocharlo y por último se encargo de hacer desaparecer la última prenda que quedaba.


Ya con ella en el piso, sin más vueltas, sin más dudas y con un tierno beso, te sentó lentamente sobre él para así sentirlo como nunca antes lo habías sentido. Primeramente fue un sensible dolor pero más tarde el dolor comenzó a desaparecer para convertirse en un Gran placer que ambos disfrutaban y que no querían que terminara jamás. El living se llenó de muchas sensaciones, muchos sentimientos casi indescriptibles. Gemidos, calor, caricias, una temperatura que no daba más y así te sentías única sintiendo cada beso que él te regalaba con amor. Unos minutos habían pasado, diez, quince, veinte, quizá media hora, ni siquiera querías saberlo. Sin salir de vos se levantó teniéndote sobre sus brazos en una especie de koala, para así subir las escaleras, caminar por el pequeño pasillo y entrar a tu pieza que ya sabía de memoria. Te tiró suavemente sobre las sábanas, suaves y blancas, besándote nuevamente el cuello, tus dedos se deslizaron sobre su espalda para clavarse lentamente en ella demostrándole que querías más. Con movimientos aún más fuertes, ya hace más de una hora estaban allí, entre las sábanas, él sobre vos, sin dejar de besarte y sin dejar de enredar tus dedos sobre su pelo que estaba transpirado. Ya sus cuerpos no daban más. Estaban agotados.


El cansancio se apoderaba de ustedes. Con una simple y hermosa mirada se dieron un último beso, para así, sin decir más nada se dejaron invadir por el sueño, cerrando los ojos aunque sin olvidarse de la noche hermosa que acababan de tener.


Abriste los ojos, miraste el reloj, marcaban las nueve de la mañana. Sonreíste, todavía desnuda. Él boca abajo, dormía como un angelito, pero tenían que ir a trabajar. Lo miraste estaba totalmente dormido, entonces para despertarlo, comenzaste a darle pequeños besos, suaves, en su cachete.


Paula: Gordo -dándole tiernos besos en el hombro para así llegar a su espalda-


Pedro: Mmm -apenas movió el dedo pulgar de la mano derecha-


Paula: Pedro -repetiste otra vez-


Pedro: No, un ratito más...


Paula: No, qué un ratito más tenemos que ir a trabajar -torciste la cabeza para darle un pequeño beso en sus labios-


Pedro: No. -negó sin abrir los ojos-


Paula: Dale tenes que irte...


Pedro: ¿me echas? -preguntó dormido-


Paula: ¿Yo echarte? Já, no me hagas reír, quisiera quedarme así toda la vida con vos.-y otra vez besaste sus labios-


Pedro: quiero dormir.


Paula: Tenés que levantarte, no seas bebé.


Pedro: Soy tu bebé-


Paula: Sí por eso, levántate.


Pedro: Dame besitos.


Paula: Peter vamos a llegar tarde...


Pedro: -sin dejarte terminar- besitos...


Reíste y comenzaste a darle besos en toda la espalda para luego pasar por delante de sus labios y qué él te tomara con el brazo y te comiera la boca. Sonreíste arriba de él, comenzando un nuevo día, te siguió besando un rato más aunque vos insistías con levantarse.

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