Abriste los ojos lentamente. Tenías un dolor de cabeza insoportable. Moviste los ojos viendo tu pieza, era un asco. Todo un desorden. Bostezaste y te levantaste rascándote la cabeza. Agarraste tu celular, tenias dos llamadas perdidas de tu mejor amiga y secretaria, pero no tenias crédito para llamarla, aparte, no estaba en Buenos Aires, ¿que querrá? Te pusiste un jean y una remera cualquiera y bajaste a desayunar. Pusiste a calentar café y te hiciste unas tostadas. Mientras esperabas que el café esté listo, tomaste una buscapina, no dabas más. Hiciste muchas tostadas, parecía que había cuatro invitados más, pero no. Eran todas para vos. Las llevaste a la mesita del living y prendiste la tele poniendo dibujitos. Y si, eras una nena todavía. Comenzaste a tomar el café con leche que habías hecho cuando escuchaste el timbre. Ni un minuto en Paz tenías. Te levantaste y miraste por el agujero de la puerta. Tuviste que pestañar varias veces para ver si era real lo que veías, no tardaste en abrir la puerta y tirarte sobre la persona que se encontraba detrás de ella. Tú mejor amiga habia vuelto y estaba ahí, abrazándote fuerte casi sin soltarte y cerrando de una patada la puerta. Ambas gritaron y se volvieron a abrazar. Paula: Sooooooofi-abrazandola- no mira como estas -la miraste sonriendo-
Sofía: Hay Pau te juro por dios que no veía la hora de volver, no sabes lo que te extrañe!
Paula: ¿Vos me extrañaste yegua? ¿Y yo? ¿Sabés lo que es mi vida, mis salidas sin vos?
Sofía: No, ya sé. Es demacrante -rió- volví recién te llame pero no atendiste y bué te aparecí acá
Paula: estaba durmiendo anoche salí, veni sentite. -ambas nos sentamos en el sillón y yo fui a hacerle un café con leche a Sofí-
Sofía: ¿Y, ese 'ayer salí' trajo algo lindo?
Paula: -volví con su café y se lo di recibiendo un gracias de mi amiga- Y no sé, bah me comí a Juan como siempre...
Sofía: como todas -rió y tomó un sorbo de café-
Paula: Como todas -reí- y después conocí un amigo de Flor, ¡que no sabes lo que es!
Sofía: ¿está muy bueno?
Paula: Si, pero no sé es como que...
Sofía: -la miró- ¿como que qué Pau? ¿No te habrás enamorado vos? -riendo
Paula: Hay So, la palabra enamorar no aparece en mi diccionario.
Sofía: Si aparece. -riendo-
Paula: No por ahora. -ambas rieron-
Le ofreciste a Sofí que se quede en tu casa, pero sabias como era y dijo que no queria 'molestar' y ya habia alquilado un departamento a dos cuadras. Se quedó toda la tarde con vos. Hablaron y jodieron toda la tarde riéndose, se notaba tanto que se extrañaban. Eran las ocho de la noche cuando Sofí decidió irse y vos decidiste prepararte algo para comer. Golpearon la puerta, no esperabas a nadie o eso creías. Fuiste y preguntaste quién era.
Paula: ¿Quién es? -bufaste
- ¡El cartero!
Paula: -reíste- ¿el cartero? ¿A esta hora?
- Sí, me abre, tengo una carta para usted. -con voz finita, te daba risa-
Paula: -abrí suavemente la puerta y viste a un chico parado frente a vos con una gorra- Vos no sos el cartero.
- No -dijo el chico sacándose la gorra y mirándote- ¿pero me dejas pasar?
Esa sonrisa, esa mirada, era inconfundible. Esa voz, ese pelo, Pedro estaba parado frente a vos sonriente. Se rascó la cabeza sin saber si lo dejabas pasar o no. Vos solo sonreías. Abriste más la puerta y le diste una seña para que entre. El morocho pasó y miró tu casa, vos cerraste y lo miraste divertida. Parecía como si nunca hubiera visto una casa ordenada.
Paula: ¿que miras? -entre risas, lo miré-
Pedro: Linda casa tenes che. -te miró sonriendo-
Paula: Ahora digo, ¿que haces acá? -reí y te miré-
Pedro: Y no sé, estaba aburrido en casa y ayer me dijiste que no quedaba en vos que nos volviéramos a ver, entonces hice que quede en mí y te vine a ver, ¿está mal?
Paula: -sonreíste- No, está muy bien. ¿Te queres quedar?
Pedro: ¿A comer? -sonreíste mirándome-
Paula: si, obvio a comer. ¿Queres o no?
Pedro: Dale, y te ayudo.
Ambos se sonrieron y pasaron a la cocina. Te ayudó a terminar lo que hacías que era pollo con una salsa y papas que a simple vista parecía tener buena pinta. Del olor ni hablar, era atrapante. Pedro removía la salsa en una sartén sonriendo mientras vos lo mirabas apoyada en la mesada. Era perfecto y te encantaba.
Pedro: ¿Pasa algo? -mirándote sonriente
Paula: Mm no, te miro nada más. ¿No puedo? -reí sonriendo-
Pedro: Si podes, me gusta que me mires -el morocho rió y acercó la cuchara a tu boca- abrí la boca.
Paula: -abrí la boca suavemente y probé lo que me daba, ambos nos sonreímos- Mm está riquísimo, ya te podes casar -reí-
Pedro: Cuando quieras. -rió y al sacar la cuchara de tu boca hizo que parte de él se callera en tu remera-
Paula: ¡Peter! -riéndome lo miré- mira como me dejaste, y está caliente.
Pedro: Ah bué -sonrió- vos sos súper ultra exagerada Paula.
Paula: No me digas Paula -molesta
Pedro: ¿por qué no te puedo decir Paula, Paula? -y que molesto eras
Paula: Porque no me gusta -admití
Pedro: Okey, no te lo digo más ¿me dejas que te limpie?
Paula: -levanté una ceja- ¿como? te estás aprovechando demasiado Pedro-
Pedro: -comenzándose a reír- no mal pienses, sino límpiate sola -alzó el trapo mojado adelante de tu cara esperando que lo agarres
Paula: No, dale límpiame. -estiré un poco la remera y él me miró-
Te miró y suavemente te limpió la remera. Vos lo mirabas, y para no quedarte atrás lo miraste con una mirada demasiada provocativa. De reojo te miraba y sonreía, cuando terminó de limpiarte la remera levanto la vista y se choco con tu frente, haciendo que ambas frentes queden pegadas y sus narices suavemente rozaban a la par. Fue inevitable mirarle la boca y que él no te la mirara a vos. Sonrieron y tus manos estaban sobre los hombros del morocho. Era la primera vez que no sabias como manejar la situación, era la primera vez, que tenias miedo.
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