Pedro asintió y ambos se subieron al auto. Estabas nerviosa, muy nerviosa y se te notaba. Él también lo estaba, de vez en cuando te miraba esbozando sonrisas como para darte tranquilidad. La tranquilidad no te llegaba, y su sonrisas lo que menos te transmitían era tranquilidad. Llegamos a la entrada del edificio. No podías explicar lo que era, era ENORME. Un edificio de más de diez pisos, todo vidriado con una gran elegancia. Uno de los más hermosos del centro. Ambos parados adelante de la puerta, se decidieron a entrar, asustados, pero al fin entraron. No podías explicar lo que veías ante tus ojos. Era ENORME. Parecía un hotel de cinco estrellas. Lo miraste a Pedro y él te tomó la mano, parecía como que entendía cuando tenías miedo y lo necesitabas. Habia millones de escaleras y ascensores. El decorado, increíble. Blanco y negro, todo muy lujoso. Habia empleados por todos lados y al girar tu cabeza hacia el costado viste una placa plateada que decía en letras grandes: " Chaves&Alfonso Asociados; Presidente: Paula Chaves y Pedro Alfonso." Llena de orgullo le sonreíste y se acercaron a una chica que parecía ser la secretaria.
Paula: Disculpa, queríamos saber las oficinas que nos pertenecen.
-¿Ustedes son?
Paula: Chaves y Pedro Alfonso.
-Ustedes son los... ¡ay PAU mira lo grande y hermosa que estás!
Paula: -sonreíste- Gracias por el halago.
-De nada hermosa, vos Pau estás en la oficina del piso cinco, obviamente es la más grande, y Pedro estás en la diez.
Pedro: ¿Separados? -haciendo una mueca de enojo-
-Así parece que lo dicto el Señor Chaves.
Paula: -no pude evitar reírme- Gracias y hasta luego.
Comenzaste a caminar hacia el ascensor, Pedro te siguió atrás. Subiste esperando que él entre detrás tuyo y cerraste marcando al quinto piso. Él te miró y en cuestión de minutos te abrazo de atrás. Sonreíste y lo miraste.
Paula: ¿qué?
Pedro: Como AMO a mi suegro. -admitió entre risas-
Paula: ¿Qué, te pensaste que te iba a dejar bien cerquita mío como entramos ayer?
Pedro: Y no sé, capas... mira el yerno que tiene -guiñándote el ojo-
Paula: ¿Si?, el no debe creer lo mismo.
Pedro: Vos Decis? Pero si yo me porto bien, soy un ángel.
Paula: Mi cama no dice lo mismo -giré la cabeza y lo miré riendo-
Pedro: ¡Ah bueno! Después el desubicado soy yo, ¿no?
Paula: Obvio, vos sos un zarpado-
Pedro: ¿Yo, Zarpado? Vos sos rapidita.
Paula: Bien que la rapidita te encanta -le guiñé el ojo y el rió asintiendo- dale, córrete que ya llegamos al piso y no da llegar abrazados así.
Pedro: -te soltó- mala onda.
Paula: Muy -sonreí y tomándolo de la cara le di un pequeño pico sobre sus labios rojos y fríos- ¿tenés frío?
Pedro: Mas o menos, siempre se me enfrían los labios -sonrió y las puertas del ascensor de abrieron- Suerte bebé, no tengas miedo y cualquier cosa me llamas, ¿sí?
Paula: Dale, gracias. -sonreí y por primera vez desde que habíamos bajado del auto nos soltamos las manos.
Di unos pasos sin mirar lo que se encontraba en frente mío, giré para verlo otra vez y el sonrió tiernamente saludándome con la mano. Sonreí, me daba fuerzas. En cuestión de minutos las puertas del ascensor volvieron a cerrarse y ahora yo estaba sola en ese lugar casi desconocido. Miré a mí alrededor y vi el lugar. Había varias oficinas en el piso. El lugar estaba todo adornado, habia muchos adornos, era sobretodo un lugar moderno, habia varios floreros, y todo al igual que abajo era de color blanco y negro. Suspiré y di varios pasos en busca de alguien conocido, pero frente a tal decepción no habia nadie. Caminé mirando todo, observando las caras de los empleados y de repente vi frente a mí, una puerta que daba a una oficina diferente a las demás. En ella habia un cartel, parecido al de la entrada, en el cual decía mi nombre, 'Presidenta: Paula Chaves". Sonreí con alivio, por lo menos había encontrado mi oficina. Apoyé la mano en el picaporte de la puerta y lentamente la hice girar. Ella se abrió con mucha facilidad y entré. No habia nadie. Era un lugar hermoso, con vista a la calle y vidrios transparentes. También entonado con colores blanco-negro y un escritorio de roble marrón oscuro. Además tenías una biblioteca bastante grande con libros y varios muebles con cajones también de madera. Pasé mi mano acariciando el roble de mi escritorio cuando vi varios ramos de flores. Sorprendida agarré uno de ellos que tenía una tarjeta. La leí y no pude evitar sonreír.
'Hermosa, pasa, espero que te haya gustado el regalo, mucha suerte hoy, no tengas miedo sabes que estoy. Te quiere, Peter.'
Sí, quién más que él para dirigirse con tanta ternura. Sonreí deje el ramo y el teléfono que se encontraba sobre mi escritorio sonó repetidas veces. Al principio me asuste, porque me sorprendió, ¿quién podía llegar a llamar ahora? Me acerqué y atendí.
Pedro: ¿Como anda la bonita más hermosa?, encontró su oficina veo...
Paula: Sí así parece, es gigante, me siento de otro mundo.
Pedro: -rió detrás del teléfono- va a estar todo bien bebe, ¿confias en mi?
Paula: Si obvio, ¿pero como sabias donde quedaba?
Pedro: Porqué yo sé todo. ¿Como te sentís?
Paula: Bien, por ahora cómoda, va creo.
Pedro: ¿Cualquier cosa me llamas si?
Paula: ¡Dale, nos vemos entonces!
Pedro: Sí, si terminas antes venite, así cenamos en algún restaurant, ¿queres?
Paula: Me encanta la idea -sonreíste- nos vemos.
Pedro: Te quiero.
Paula: Más.
Cortaste el teléfono y sonreíste. Le pegaste una nueva mirada a tu oficina y te dirigiste a la silla. Camino a ella viste un cuadro en el cual estabas abrazada a tu papá de chica. Que buenos momentos esos, cuando por lo menos estaban junto a vos.
Cerré los ojos y sentí una puntada fuerte. Me agarré la cabeza y con ayuda del escritorio logré sentarme en la silla. El fuerte dolor no paraba, agarré mi cartera con un ojo entreabierto y el otro totalmente cerrado por el dolor y así saqué una cajita y una botella de agua. Abrí la pequeña cajita y saqué una pastilla blanca. Ni la corté, era grande. Me la metí en la boca y tras un gran sorbo de agua, la tragué. Lentamente volví a abrir los ojos y miré todo alrededor. Estaba media mareada. Ya recuperando la visión de lo que me rodeaba, apoyé mi mano sobre el mango de la silla y sobre ella apoyé mi cabeza. No podía de nuevo, ¿otra vez esos dolores? No aparecían hace años, ¿otra vez me dolía?
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