Levanté la vista y lo miré. Solo me abrasó. Y así hizo que me acostara y me durmiera sin dejar de acariciarme el pelo. Cerré lentamente los ojos quiénes todavía estaban llenos de lágrimas que no habían llegado a caer. Me dormí y al cabo de un rato él también lo hizo.
A la mañana siguiente no tardó en aparecer el sol. Un pequeño pero fugaz rayo de sol ingresaba por la ventana que no estaba cerrada con la persiana, ni siquiera tenía la cortina, no habíamos olvidado de ponerla. El rayo de sol me dio en la cara, yo tapada por las sábanas blancas de tela suave dormía plácidamente. Giré la cabeza abriendo los ojos y viendo que él me miraba. Sonreí no con muchas ganas a lo que él respondió con una triste y dulce sonrisa. Me acarició la mejilla con los pelos todos despeinados y suspiró, le habré molestado anoche no durmiendo nada y con mi ‘ataque de locura’. Me acerqué a él haciendo que me abrase.
Pedro: ¿Como dormiste princesita? –acariciándome tiernamente la cabeza-
Paula: Como se puede. Perdón por lo que te hice pasar anoche seguro te asusté –reí tímidamente-
Pedro: ¿Lo que me hiciste pasar ayer? –Rió- Vos no sabes las cosas que me hiciste pasar, a comparación de eso, esto no fue nada.
Paula: -lo miré raro- ¿no fue nada? ¿Qué hacía antes?
Pedro: Me hacías tantas escenas pelotudas, de celos, de pendeja, de histérica.
Paula: -me reí- soy brava ¿no?
Pedro: No se ahora, pero antes… eras de terror.
Paula: No creo que sea para tanto, estarás exagerando las cosas.
Pedro: No mi vida, eras insoportable.
Paula: ¡Bueno che, que estoy acá!
Pedro: -rió- no quiero otra escena de locura así ¿ok? La vas a pelear pase lo que pase y vas a volver a ser la novia que me sacaron, ¿Sí? –me sonrió tiernamente-
Paula: -baje la mirada- Mis viejos me mintieron Peter, ¿que queres que haga? Mis amigos también.
Pedro: Mi amor, el doctor dijo que no te teníamos que decir nada, era lo mejor para tu cabeza-
Paula: Y sí yo no veía las fotos ¿qué?
Pedro: No te ibas a enterar, el doctor dijo que lo mejor para vos y tu salud era no decirte nada. No queríamos que sufras más de lo que venias sufriendo.
Paula: ¿Y por eso me hicieron vivir en una mentira? ¿Te parece justo?
Pedro: No bebé, sé que no es justo, pero ¿que querías que hiciéramos? No era fácil ni para mí, ni para tus viejos, y menos para los chicos. ¿Sabes lo que te extraña mi hermana?
Paula: ¿Era mi mejor amiga no?
Pedro: -asintió con la cabeza- Sí, y sufre más que todos.
Paula: ¿Más que vos?
Pedro: Lo dudo, ¿sabes lo que fue más de un año casi sin vos?, ¿Sin tu boca? Era la muerte –poniéndole un toque de gracia a la situación-
Paula: ¡Sos un tarado!, ¿sabes?
Pedro: Un tarado que te ama, mucho.
Paula: -lo miré sonriendo y dulcemente lo besé- un tarado que me ama.
Pedro: A ver, basta de estar mal, ¿Si? Ahora, ¿Qué quiere desayunar la más linda?
Paula: Tenemos que ir a la oficina bebé.
Pedro: La oficina puede esperar, ¿acaso no somos los jefes?
Paula: No da que nosotros lleguemos tarde.
Pedro: ¿No da? Yo digo que re da, por favor.
Paula: -revoleé los ojos- Tostadas con manteca y un café con leche.
Pedro: Veo que los gustos no te los cambia nadie.
Paula: Y no, parece. Sino mírate, me gustabas antes y ahora-
Pedro: Ah no, pero lo mío es así. ¿No ves que soy irresistible?
Paula: ¡A bueno! –Comencé a reír- Anda a hacer todo porque tengo hambre.
Pedro: ¿Acaso no me crees? –rió levantándose de la cama-
Paula: No, no te creo, ándate.
Pedro: Que feo, ahora si tenés veneno, jodete.
Te reíste viéndolo bajar y te levantaste mirando la ventana-Todavía tenias la cabeza media conmocionada por lo que había pasado ayer. Todavía no caía. Todavía no sabía quién era. Tenía planeado llamar al doctor e ir en esta semana, o en la otra. Lo más pronto posible, lo más rápido que pudiera. Abrí el placard y encontré ropa mía, supuse que se la había dado mi vieja, o mi viejo antes. Me puse un Jean negro, las botas marrones claritas que tenía ayer que ya estaban secas y una remera blanca larga, con una camperita de cuero del mismo color que las botas. Había visto que Pedro se había llevado algo de ropa así que supuse que se cambiaba abajo.
Bajé las escaleras en cámara lenta, estaba cansada y sinceramente, no tenía ganas de nada. Cuando llegué a la cocina, la cual no había visto la noche anterior, me encontré con una cocina grande con mucho color blanco y moderna. Al entrar vi que él no estaba ahí. Supuse que se estaba cambiando y como el café hervía lo fui a sacar. Sentí pasos detrás de mí y no pude evitar sonreír al sentir dos manos suaves qué rodeaban mi cintura pegándose a mí desde atrás. Serví el café para los dos sin sacarlo de detrás de mí.
Pedro: ¿Me re extrañabas no? –mientras apoyaba su cabeza en mí hombro-
Paula: Me encanta tú, como se dice… falta de egocentrismo.
Pedro: -comenzando a reír- Yo no soy así, solo que hago que soy así para hacerte reír.
Paula: No lo logras –admití-
Pedro: Pero te hago sonreír un poquitito, ¿o no? –comenzando a darte tiernos besos en el cuello-
Paula: Algo así. -sonreí-
Pedro: ¿Qué es eso de ‘algo así’? –interrogó el morocho-
Paula: -me di vuelta suavemente para no separarlo mucho de mí y además para no tirar las tazas con café- Algo así significa que sos la única razón por la cual vengo sonriendo, aproximadamente desde –miré la hora- desde que te conocí.
Pedro: ¿Desde los diez años? –sonrió-
Paula: En realidad, hablaba desde hace un mes, pero si queres tomarlo como desde los diez, tómalo de donde quieras.
Pedro: Lo tomo desde los diez, me gusta más –rió- ¿Tan linda tenés que ser?
Paula: -asentí con la cabeza- Nací así.
Pedro: Hola, después el egocéntrico soy yo.
Paula: Si, obvio –reí- Bobo, ¿tomamos el café?
Pedro: ¿Por qué la agresión digo yo? –separándose de mí y yéndose a sentar a la mesa-
Paula: -me senté a su lado- Porqué te Amo.
Pedro: Sí claro.
Paula: ¿No me crees que te amo? –lo agarré de los cachetes-
Pedro: Si bebota, como no te voy a creer –te besó tiernamente y luego tomó un sorbo de café prendiendo la tele- ¿Puedo dejar? –mirando Espn-
Paula: No. Saca fútbol, ¿hace falta desde temprano?
Pedro: ¡No! Pero mira, es River.
Paula: Y yo soy Pau, ¿Y? –Le saqué el control y cambié de canal-
Me miró con cara de enojo y yo reí. Seguimos comiendo tostadas y tomando café por un largo rato, hasta que ya se hizo la hora de ir a la empresa.
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