Lentamente volví a abrir los ojos y miré todo alrededor. Estaba media mareada. Ya recuperando la visión de lo que me rodeaba, apoyé mi mano sobre el mango de la silla y sobre ella apoyé mi cabeza. No podía de nuevo, ¿otra vez esos dolores? No aparecían hace años, ¿otra vez me dolía?
Ya con la vista recuperada guardé la caja de pastillas, aunque sin levantarme de la silla. Mi corazón latía a mil por hora. Pensé que esos dolores ya no estaban que todo habia terminado pero no, seguían pasando, y si pasaban más seguidos iba a volver a ir a lo del doctor González.
El resto del día se paso rápido hice una reunión para conocer a todos mis empleados quienes me hicieron sentir como en casa, eran compañeros de mi papá y además estaban Natalia y Sofía que me hacían sentir más cómoda todavía. Más tarde fui con Sofí y Nati a mi oficina y comenzamos a organizar cosas de la empresa. Firmamos miles de papeles y carpetas, ordenamos algunas cosas, atendimos casos. Alrededor de tres veces en el día me llamó Pedro contándome que hacían con Franco, y por qué me extrañaba. A eso de las seis de la tarde Natalia se fue por qué tenía planeado salir con Sulo, y más tarde alrededor de las siete y media mi mejor amiga también se fue. Miré algunas hojas que quedaban y como eran pocas las guardé en el cajón. Con una mirada sonriente y pícara guardé todo decidida a ir con él. Agarré mi cartera y salí cerrando. Me despedí de los que todavía estaban ahí, que no eran muchos y entré al ascensor marcando el piso diez.
No tardé en llegar cuando las puertas se abrieron. Era parecido al piso cinco, pero en él habia más hombres que mujeres, más jovencitos. Comencé a caminar, ya más suelta, aunque sin saber a dónde me dirigía ya qué yo no conocía donde era su oficina. Me crucé con dos chicos jóvenes y me paré a preguntarles.
Paula: Disculpen, ¿tienen idea donde está la oficina de Alfonso?
- Sí hermosa, acá derecho doblas a la derecha, al fondo -sonrió comprador-
Paula: -reíste- Gracias...
- Martin y Gonzalo. -se presentaron- ¿vos sos?
Paula: Paula, Paula Chaves, ahora me voy, no quiero llegar tarde. -comenzaste a caminar-
Gonzalo: Chau bombón.
Seguí camino sin darles bola, ¡que babosos son los hombres dios! Seguí caminando siguiendo las indicaciones que me habían dado los chicos hasta llegar a una puerta que tenia la misma placa que la mía pero con su nombre. Sonreí y golpié suavemente. Escuché un suave 'pase' del otro lado de la puerta y con la mano apoyada en la puerta hice girar el picaporte, y entré. Estaba sentado en su escritorio con ese traje que le quedaba tan bien. Era grande su oficina también. No levantó la vista y yo para no llamar su atención cerré suavemente la puerta. Me acerqué lentamente a él dejando sobre unos sillones cercanos mi cartera. Detrás de él, enredé mis brazos por su cuello y comencé a darle besos tiernos en el cuello.
Pedro: -sonrió mientras firmaba papeles- al fin llegaste.
Paula: ¿Tanto me extrañabas? -le dije sin dejar de besarlo.
Pedro: Muchísimo, me faltaba la novia más hermosa de todas...
Paula: La qué?
Pedro: Perdón -riendo- fue un... como se dice... deseo reprimido.
Paula: Mm asique deseo reprimido -torcí su cara para que me mirara, y él asintió- sos tan lindo.
Pedro: No más que vos -alejó la silla con rueditas del escritorio para hacer más espacio y así me tomó de la cintura sentándome sobre sus piernas-
Paula: -le agarré los cachetes estirándoselos y aplaste su nariz contra la mía- como extrañaba tu olorcito.
Pedro: ¿Olorcito a qué?
Paula: No sé, tenes un olor especial, olor a Pedro -sonreí-
Pedro: Sos tan linda -y así te besó-
Paula: vos también sos tan lindo -le devolví el tierno beso- ¿te falta mucho?
Pedro: No, casi termino. ¿Te quedas a esperarme?
Paula: Toda la vida. Me tiro ahí, en el sillón.
Pedro: Dale.
Estaba media cansada asique me habré acostado y a los diez minutos me habia quedado dormida. Se suponía que era poco lo que tenía que firmar pero habré dormido alrededor de media hora más. Al cabo de un rato, sentí una mano que suavemente pasaba por mi cintura. Sonreí y sentí que él y sus labios se acercaban a los míos. Me besó haciendo que yo abra los ojos y lo mire sonriente. Me acaricio la mejilla suavemente y me dio un beso en la frente.
Pedro: Veo que, estabas cansada... ¿queres ir a tu casa directamente princesa?
Paula: No -me incorpore sentándome en el sillón- vamos
Pedro: Pero tenés sueño -agachado delante de mí no me enojo, de verdad.
Paula: ¿Y te quedás conmigo?
Pedro: Dale, la sorpresa la dejaremos para el sábado y listo.
Paula: ¿Que sorpresa? -levanté una ceja.-
Pedro: La que te iba a dar, pero la dejamos para el sábado, vamos -me tomó de la mano y me levantó-
Paula: -me frené- No, ahora, ¿que sorpresa?
Pedro: -comenzándose a reír- ¿perdón? Te la diré el sábado.
Paula: ¡Peter! -le grité con un tono bastante agudo-
Pedro: ¡Paula! -imitándome- vamos.
Comencé a reír y lo seguí aunque todavía no me habia dicho que era la 'sorpresa' que me tenía que dar. Agarré la cartera y nos subimos al ascensor. No tardamos en llegar al último piso en el cual quedaban pocas personas y salimos en busca de su auto. Miré el cielo, estaba totalmente nublado, muy oscuro y con una leve neblina que nublaba la vista. No paré de preguntarle mientras estábamos en el auto cual era la sorpresa, no me la quería decir. Insistí varias veces hasta que se cansó.
Pedro: ¡Bueno, BASTA! No te aguanto más -rió-
Paula: ¿Me Decis entonces?
Pedro: Pero quiero que sea más lindo no acá...
Paula: -hice que frenara- acá está bien.
Pedro: baja entonces.
Ambos bajamos y él me agarró de la mano. Estábamos en la plaza que estaba a la vuelta de mi casa. Donde viví millones de cosas importantes en mi vida y en mi infancia. Me acercó a él caminando hacia la plaza, hasta llegar hasta el centro de ella. Me miró sonriente, sentía el roció debajo de mis pies en el pasto corto y suave de la plaza. Me miró y me besó- Lo besé como nunca y lo miré a los ojos, a esos ojos que me hacían sentir protegida, en paz, feliz. Sentí un par de gotas que caían en mi cabeza, él miró hacia arriba y se largo a llover de una manera exagerada. Y sí el invierno era así, inusual. Era como esa vez que nos vimos por primera vez, llovía como nunca. Me tomó de la mano dándome un dulce besó y separándose de mi para decir una simples y cortas palabras.-
Pedro: Sé que va a quedar como un nene infantil que le dice a su amiguita después de jugar en tobogán, pero de otra manera no te lo puedo decir -me miró fijo y dulcemente me dijo- ¿Querés ser mi novia Pau?
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